sábado, 8 de octubre de 2011

VICENTE PORFIRIO


Había nacido en Italia, pero Frías fue su solar esperanzado. Llegó allí cuando solamente tenía seis meses de edad. Su poesía, sencilla y profunda, lo transformó en una de las voces inexcusables de la poesía del Albigasta. Alcanzó a publicar dos libros de poesía que son muy difíciles de conseguir: "La humilde canción" (1934) y "Brizna" (1944). Falleció en Frías.




LA HONDA

Fue cogollo del árbol de la fronda
y con el tiempo un ángulo perfecto,
donde el niño encontró todo un proyecto
que pudiera servirle para su honda.

Y se puso a labrarla tras la ronda
del instintivo mal que en él gravita,
para sembrar de pánico y de cuita
media legua de selva a la redonda.
Fue todo nada más que geometría:
un ángulo fatal que al bosque hería
con la recta certera del quebranto.
¡Y pensar que fué él mismo quien pusiera
en manos del verdugo el arma artera
la misma que después le hiriera tanto!


LA ESPIRAL

Era niño, cuando una tarde la maestra,
con su gracia habitual;
describió entre rectas y entre curvas
una línea espiral.
Es, dijo: la que partiendo de un punto
gira alrededor de su centro y se aleja más y más
repetimos aquella frase todos
sin entender, quizás.
Ante el misterio que me abismara aquella incógnita
de infinito girar,
sentí crecer la angustia de la duda
como fina espiral.
En el afán de conocer, dije: Maestra, esa línea
¿cuándo acaba? ¿dónde va?
Mientras haya un deseo por trazarla,
No termina jamás.
Pasaron muchas horas en mi vida,
y lo que me enseñaron esa tarde
perdura más y más:
Miro esa línea en el remolino que hace el río,
en el pimpollo tierno del rosal,

en la columna de humo que se eleva,
en el vuelo del águila audaz,
y en el sueño que abriga mi alma
de ir, como ella ... más allá.



Extraído de "Antología de poetas santiagueños" de Alfonso Nassif
 

sábado, 1 de octubre de 2011

LA CABEZA EN EL AGUA (Julio Salgado)




Sostenía tu cabellera en mis manos
el invierno va adormeciendo las montañas
el fuego se ha ido desprendiendo de este lugar
el puma que quebraba las sombras del saladar
ha entrado por nuestra ventana
estás muerta en el humo abrazada por el felino
y en esa muerte
sueñas en el piso húmedo de la sala de piedra.
En esa crianza letal
sueñas con el fantasma peregrino
con el húsar de Conrad
con el bello húsar de Mutis.
Descansemos. Hay silencio.
El disparo debe haber ahuyentado a quienes
se acercaban.
En esos días estábamos borrachos
como los pájaros
con la flor del yuchán.

(De Caja de fuego, 1983)

POETAS (Pablo Fernando Albornoz)







¿Qué es escribir sino cantar callado?
¿Dirán de mí “escritor”?
Sí.
Pues no entiendo la vida:
sin veranos inquietos,
sin la picardía en las manos de los viejos,
sin la sonrisa de los novios.
Sin el dulce dolor de los jardines abandonados.

Tal vez todo aquello acabe algún día, entonces los escritores moriremos.
Y cantaremos a viva voz.
Y moriremos,
como mueren los pichones después de la tormenta,
como mueren las nubes,
como muere el recuerdo lindo.
Entonces quedaremos los poetas en un limbo,
todos juntos, peleando nuestras vanidades,
robándonos caprichos.
Sin escribir,
sin musas y sin orgasmos,
sin corazas de encaje,
sin espejos en el agua,
Y Dios se reirá sin nosotros.