sábado, 24 de julio de 2010

DOS POETAS DE FRÍAS Y SU HOMENAJE A SANTIAGO DEL ESTERO









TRIBUTO

(Leopoldo Roger Velarde)



Santiago, madre de pueblos
el progreso te espolea;
el crepitar de las máquinas
sacude toda la selva.

Los duendes quedan sin bosque,
sin techo los mirlos quedan
y los sufridos meleros
se quedan sin sus obreras.

No son hachas del Albión
como una vez ya lo hicieron,
las que desgajan los montes
para llevar la riqueza.

Hoy los gigantes quebrachos
ceden espacio a la siembra,
hoy son manos argentinas
y argentinas las manceras.

Como antaño en Loreto,
en Choya, en Salavina,
en mansos rubios trigales
florecerán las espigas.

Pero le seguirán cantando
al progreso… chacareras,
andará la Telesita
mudanceando por las melgas.

Porque el canto santiagueño
tiene sabor de represas,
de algarroba, piquillines,
de tierra arada y cosecha.




Entrada de Diego de Rojas y una incursión
en el Mercado Armonía

(Julio César Salgado)


Una pitanza de semillas humeante
dando señales
observadas de lejos
quizás levemente soñadas
sobre un manto de malvas.
Y el agua y la montaña
y la perdiz del páramo
junto al eclipse que retorna a tus labios.
Gorjeando en el museo
apareciendo por desaparición
un cráneo adulterado por la fábula
imagina la rotación del cielo
las desdichas terrenas
y los pliegues de un canto.
Oda
y ánima.
Flotaba la edad conquistadora
su vientre a la deriva
desplazando a las joyas.
Amuleto del mar.
Pócima móvil.
¿Quien olvidó estas ropas?
Una camisa abrazada a los árboles
y de los capitanes
un herrumbrado yelmo
y el golpe de unos pasos
malditos por los sueños.
Estas adivinanzas escapadas
sin encontrar señal
en el poema.
Restas en el azar.
El silencio de la estrella del norte responde al silencio
de la estrella violeta del sur.
“buscamos miel
cogemos plata
necesitamos algunas muchachas”
¿Dónde estamos?
Sólo contamos con el agro y las tejedurías
ya nada nos protege
ni la serpiente ni el jaguar ni el gamo
la diosa calavera de un caballo español
trastornó,
atravesó los campos de hondonadas
las tuscas florecidas
en los poblados marginales
hizo gemir a las antiguas médicas.
1963
en Maquijata, en La Punta, en Sinchi Caña o en El Tasial
o el Alto de Quicayo
unas lanas bermejas colgadas a secar
en las ramas de un tala.
Altanera o sanguinaria
una niña con anteojos ahumados
dama o cabrilla o muñeca feroz
comía tunas blancas:
“No toques estas sábanas
si mi cuerpo descansa
sólo ámame despierta si con mirar bastara”.
Cuenta la vagabunda tropa de Don Diego:
del lado de luto de tus ojos
el final de la tierra


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